Reseña de “Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela”

Editor’s note: This article is also published in English on Glasstire. Find that here.

Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en inglés en Glasstire el 4 de noviembre del 2024.

Traducción de Viera Khovliáguina y Yolanda Fauvet

 

La foto masiva, tamaño mural, es una suerte de portal visual. En ella, un charco espumoso contiene el reflejo de la cabeza y las manos de un hombre. El fotógrafo sostiene la cámara a la altura de su ojo, por lo que tanto él como el cielo azul a sus espaldas son los únicos elementos enfocados. Es como si él perteneciera más al mundo abierto y brillante sobre él que al suelo borroso y enlodado de abajo. La cámara transporta y transforma al hombre; con un simple disparo, redefine su realidad en un instante. 

De hecho la foto fue tomada dentro de una penitenciaría. Su creador, Luis Villamizar, fue una de las más de trescientas personas encarceladas que participaron en los talleres de fotografía de voluntariado vocacional conducidos por la artista Violette Bule entre el 2010 y el 2012. Ni sancionada ni apoyada por ninguna autoridad gubernamental o institucional, Bule organizó estos cursos de una semana de duración en cinco prisiones de hombres y mujeres en su país de origen, Venezuela. El proyecto, que incluía la enseñanza de historia fotográfica y técnica, seguida de sesiones prácticas en las que los participantes fotografiaron su entorno con cámaras desechables, generó un archivo de más de tres mil fotos. Desde entonces, Bule y su colaborador, el curador e historiador del arte Michel Otayek, han servido como promotores y partidarios de estas imágenes y sus creadores.

Fotografía a color de un pedazo de suelo de concreto color ligeramente verdoso con algunas manchas y ligeras grietas cuyo límite irregular, de un verde oscuro, se nota en la esquina superior izquierda. Al centro, la sombra del fotógrafo. Sostiene la cámara frente a su rostro con una mano y levanta la otra con el puño cerrado y el brazo doblado en un gesto que normalmente asociamos con la fuerza. La sombra nos muestra su bícep.

Luis Villamizar, “sin título”, 2012, de la serie “Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela, 2010-2012”. Impresión de inyección de tinta perdurable.

Un libro de fotografía basado en el archivo, de la LLECA al COHUE, fue publicado en el 2023. Ahora, otra iteración del proyecto ha tomado forma: Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela, en el Visual Arts Center de la Universidad de Texas, en Austin. A pesar de que han pasado más de diez años desde que Bule impartió sus primeros talleres, resulta extraordinario lo oportuno de esta exposición, tanto en relación con los acontecimientos actuales en Estados Unidos como con los de Venezuela. Las imágenes ofrecen una visión inusual de un mundo cautivador y poco conocido y arrojan luz sobre la complejidad y la intensidad de la vida en prisión. 

La exhibición se extiende a lo largo de dos salas. Una serie de íntimas fotografías en blanco y negro tomadas por Bule preservan momentos de las clases en un área más pequeña, mientras que las fotos a color tomadas por los participantes ocupan un espacio más amplio. Algunas de las imágenes se concentran en la arquitectura opresiva de las prisiones, pero muchas, si no es que la mayoría, capturan a la gente. Estas imágenes parecen revelar tanto a quien está detrás de la cámara como a aquellos que son retratados. En ellas, los individuos y los grupos se presentan a veces con ternura y otras con fortaleza, al posar, al abrazar y —más de lo que uno esperaría— al sonreír a la cámara. El efecto general es una noción de solidaridad entre la gente que fotografía y la que es fotografiada. En este escenario, la cámara parece inspirar un sentimiento de orgullo e incluso de alegría.

Fotografía a color. Al fondo un trozo de cielo azul con una enorme nube blanca y un pedacito de vegetación lejana; no podemos verlo por completo, pues, en primer plano, lo cubren dos series de alambres de púas, una en líneas horizontales y la otra en espiral. Están superpuestas sobre un armatoste metálico gris claro con una puerta abierta con malla metálica. Del lado izquierdo, un hombre moreno con playera púrpura se cuelga del armatoste con los brazos hacia arriba. Sonríe a la cámara y frunce los ojos, pues el sol le pega en la cara. El encuadre nos permite verlo hasta la altura de las costillas. Detrás de él se extiende hacia atrás una cerca metálica con púas.

Joan Monzón, “sin título”, 2012, de la serie “Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela, 2010-2012”. Impresión de inyección de tinta perdurable.

La sensación generalizada de positividad conecta con el ensayo de Otayek, incluido en el libro, donde escribe sobre “el poder transformador de la creatividad” y el potencial que tiene la fotografía “como una herramienta para reimaginar las circunstancias propias a través de la expresión visual”. Sin embargo, dejando a un lado su contenido, las fotos de Una luz tienen un efecto humanizante. Los talleres de Bule empoderan a los participantes para ver y mostrar su entorno. No sólo vemos a las personas y a las cosas que a menudo permanecen invisibles: en estas fotos vemos a través de los ojos de alguien más. Su agencia importa y las imágenes que producen complican nuestros prejuicios y narrativas populares sobre las personas encarceladas. En un tiempo en el que un candidato presidencial de Estados Unidos apela a la amenaza de una supuesta migración masiva de las prisiones latinoamericanas, la muestra se siente especialmente pertinente. 

Al fondo, la esquina abierta de un edificio amarillo del que alcanzamos a observar dos pisos. Tiene ventanas pequeñas de un lado y del otro, en cada piso, un enrejado del piso al techo. Sobre una de las rejas cuelga un collage de prendas de ropa. A lo lejos se distinguen unas pocas reas vestidas de rosa intenso, una de ellas recargada en un poste. El piso del patio está dividido por un par de líneas amarillas en perpendicular. Las divisiones están pintadas de verde, azul y un rojo descarapelado, respectivamente, en primer plano. Parece encharcado, pues refleja la imagen de dos mujeres, también vestidas de rosa, paradas exactamente al centro de la foto. Una de ellas, de tez oscura, posa su mano sobre una red de voleibol y mira a la cámara. La otra, de tez apiñonada, porta un suéter a rayas morado y rosa y sostiene un cuaderno. Ambas sonríen.

Maritza Navas, “sin título”, 2012, de la serie “Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela, 2010-2012”. Impresión de inyección de tinta perdurable.

Por supuesto que el contexto es crucial. Cada uno de los talleres de Bule en Venezuela concluyó con una muestra de las fotos realizadas sobre los muros de la prisión. Aquí, las imágenes son expuestas en un contexto académico, artístico e institucional, muy lejos de sus creadores y para otra audiencia. A esa distancia del lugar y del tiempo, el significado es liberado y, al mismo tiempo, puesto en riesgo de ser distorsionado o incluso de perderse. En el libro, Bule y Otayek dejan claro que este no es un proyecto documental. La realidad que el archivo captura ha cambiado. Desde el 2012, devastadores conflictos políticos, económicos y sociales han sacudido a Venezuela y a su gente. Un pequeño texto escrito a mano por la artista en la pared de la sala dice que más de dieciséis mil personas han sido detenidas dentro de estas mismas prisiones desde julio de este año por razones meramente políticas. Estos lugares y el país en sí mismo han cambiado radicalmente. No queda claro si Bule podría llevar a cabo estos talleres el día de hoy. 

Al fondo un pedacito de cielo azul cubierto casi por completo de nubes grisáceas. Debajo, un monte verdoso que se extiende horizontalmente con una ligera curva. Alcanzamos a ver poco de él pues lo cubre un edificio gris del lado izquierdo y un pedazo de patio con otro edificio más oscuro, enrejado con una malla con alambre de púas en espiral que zigzaguea hasta desembocar de frente al primer plano, por lo que del lado izquierdo, miramos a través del alambre de púas enroscado. Cubre casi por completo el edificio gris y el trocito de cielo. El efecto es el de una caracola de metal hipnótica y filosa.

Luis Villamizar, “sin título”, 2012, de la serie “Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela, 2010-2012”. Impresión de inyección de tinta perdurable.

En un recorrido por la exposición, la artista me dijo que el proyecto no estaría completo hasta que se presente en Venezuela. Mientras tanto, los espectadores de Austin tienen ese privilegio.

Una luz: fotografía en confinamiento en Venezuela está expuesta en el Visual Arts Center de la Universidad de Texas en Austin hasta el 7 de diciembre del 2024.

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